Nacido y criado en la comuna de Conchalí, hoy es gerente comercial de la empresa de reciclaje de metales no ferrosos más grande del país. Según comenta, todo comenzó cuando su abuelo comenzó a recolectar desechos con un carretón en 1938.
Podríamos decir que los primeros recuerdos de vida de Alejandro Hernández Toro están vinculados al reciclaje. Su padre, Bermesí Hernández, lideraba desde 1977 un negocio de compraventa de papel y cartón.
“Recuerdo perfectamente un camión Chevrolet de 1956 que mi papá ocupaba para ir a buscar el papel a las imprentas y luego, en una plaza con una arboleda en Conchalí, separar los papeles por tipo para luego venderlos”, señala Alejandro, de 51 años y con 30 de experiencia en el reciclaje.
No obstante, la historia de la familia Hernández en el reciclaje comienza mucho antes de 1977, ya que su abuelo, quien llevaba el mismo nombre que su padre, partió casi 40 años antes con un pequeño emprendimiento de recolección de papeles y cartones.
Hoy te contamos la historia de Alejandro Hernández Toro, actual gerente comercial de Norte Verde SpA, la empresa más grande del país en cuanto a reciclaje de metales no ferrosos.
Una tradición que pasó de Bermesí a Bermesí
Corría el año 1938 y entre los hitos chilenos de aquel año estuvo la creación del Estadio Nacional y la elección de Pedro Aguirre Cerda como presidente de la nación.
En ese contexto es que Bermesí Hernández Fernández (abuelo de Alejandro Hernández Toro) comenzó un pequeño emprendimiento de reciclaje. Se trataba de la recolección de papel en un humilde carretón con caballos, además de otros materiales que se reciclaban en esa época como “tiras” (pedazos de género), vidrio y huesos.
El negocio principalmente se basaba en la recolección de papel, el cual Bermesí retiraba de las imprentas a cambio de hacer limpieza dentro de esos lugares. Posteriormente, lo juntaba y vendía principalmente a fábricas de cartón gris y fabricantes de fonolas.
“Luego de 10 años de iniciado el negocio mi abuela falleció y mi abuelo Bermesí quedó a cargo de una familia con 9 hijos. Con el pasar del tiempo la gestión de mi abuelo decrece y se hace insostenible, por lo que mi tía, Irene Hernández, con 14 años se hace cargo del negocio en 1948”, comenta Alejandro.
En este punto, según agrega Hernández Toro, Irene pasa a ser una especie de “matriarca” de la familia y el negocio comienza a prosperar de manera escalonada. Tanto es así, que en los próximos años pasarían de tener un carretón a dos carretones, luego el carretón se convertiría en un camión, el cual serviría para trasladar papeles y cartones desde las imprentas hacia la primera bodega propia que tuvieron en los 60.
Ya en la década de los 70, el negocio que había iniciado Bermesí y que luego continuó su hija mayor, se había convertido en una de las recicladoras de papel más grandes de Chile.
“Mi papá entró al negocio el año 77, pero no al mismo que había desarrollado mi tía Irene. Ella lo invitó a él y su hermano Héctor a formar una nueva sociedad para hacer otra empresa de reciclaje, entregándoles algunos de los contactos que tenía con algunas imprentas para que pudieran tener un primer impulso. Además, les vendió con muchas facilidades de pago el camión Chevrolet del 56 que había comprado anteriormente”, relata Alejandro.
Es aquí, cuando la historia de la familia Hernández en torno al reciclaje de papel se divide, creándose dos ramas diferentes: una guiada por Irene Hernández y otra guiada por Bermesí Hernández (hijo).
Los dos rumbos
Una vez que el padre de Alejandro y su hermano Héctor iniciaron su propio negocio de reciclaje en 1977, lentamente comenzaron a abrirse un espacio en la industria. Inicialmente, iban a las imprentas con su Chevrolet del 56, retiraban el papel y luego en una plaza llena de árboles que daban mucha sombra, separaban el papel por tipos y posteriormente lo vendían según su calidad.
Poco tiempo después, comienzan a arrendar una bodega ubicada en la Avenida El Cortijo (Conchalí), hasta que por fin el año 1981 logran comprar su primera bodega propia en el sector cercano al Hipódromo Chile, en lo que hoy es la comuna de Independencia.
Con el pasar de los años, van formando alianzas con nuevas empresas, principalmente ligadas a la producción del papel higiénico, además de otras dedicadas a la fabricación de papel liner y onda. En este periodo, el padre de Alejandro se interesa en la fabricación del cartón gris, por lo que por primera vez, no solo se encargan de recolectar y vender papel, sino que también, se preocupan de transformarlo.
Así estuvieron hasta 1994, año en el que Bermesí optó por abandonar la empresa para emprender un nuevo rumbo junto a su hijo Alejandro: “Finalmente mi padre, ante la negativa de mi tío para incluirme en el negocio por mi juventud, decide venderle su parte a su hermano para comenzar desde cero un nuevo negocio junto a mí”. explica Alejandro Hernández.

Y así, desde ese momento, Alejandro inició su largo camino en el mundo del reciclaje tras recién haber egresado de la carrera de Contador Auditor.
Junto a su padre y un tercer socio quien años después les vendería su parte, prosperaron bastante rápido en el mundo del reciclaje del papel durante los años 90, por lo que llegado el año 2000, manejaban alrededor de 4000 y 4.500 toneladas de papel mensualmente, producto que vendían a grandes papeleras.
Todo continuó de manera similar hasta la llegada del nuevo milenio, período en el cual la venta de papel tuvo un bajón importante dentro del país, ya que las grandes papeleras comenzaron a pagar menos por el material y venderlo ya no estaba siendo un buen negocio. Además, exportarlo no era una buena opción, ya que el costo por ello no lo hacía rentable.
Es por ello que en el año 2000 el negocio de Alejandro y su padre amplió sus actividades para también reciclar metales: “Había una buena oportunidad de negocio en ese nicho y la verdad es que no nos costó tanto entrar, ya que la estrategia que ocupamos fue decirle a nuestra base de más de 400 proveedores que ya no solo se dedicaran a recolectar papel, sino que también metales”, detalla Alejandro.
Gracias a esa estrategia, el primer mes reciclando metales manejaron 20 toneladas, luego al segundo unas 100, el tercero unas 200 y ya al cuarto mes unas 500 toneladas.
El ascenso de la familia Hernández y la actualidad con Norte Verde
Del 2000 al 2007, el negocio de Alejandro y su padre prosperó bastante, convirtiéndose en uno de los principales recicladores de metal en Chile, al manejar cerca de 1.200 toneladas de metales no ferrosos de manera mensual. A esa altura, a la misma sociedad ya habían ingresado los otros tres hijos de Bermesí.
El modelo de negocios se basaba en generar una vasta base de proveedores, cuya labor es comprar los metales recuperados por los recolectores en las calles, para luego comprarles eso y como empresa exportar los metales compactados a países productores como China, India, Estados Unidos, entre otros.
En 2011, cuando había expandido ya su presencia en Chile llegando también a ciudades como Viña del Mar y La Serena, deciden ampliar su variedad de metales, incluyendo los ferrosos (el acero y sus aleaciones, como fierro dulce o fundido).
Una vez en la cúspide del reciclaje de metales, los hermanos Hernández Toro deciden separar la sociedad que tenían en 2013, para cada uno liderar sus propias empresas alrededor de Chile. De esta forma, Alejandro se queda con las sucursales desde Coquimbo hasta Santiago.
Así Alejandro Hernández creó lo que hoy se conoce como Norte Verde SpA, empresa dedicada al reciclaje de metales no ferrosos provenientes de todo tipo de chatarra metálica, incluyendo los desechos electrónicos (e-waste).
“Actualmente, junto a Norte Verde, lideramos el mercado del reciclaje de metales no ferrosos en Chile, preocupándonos no solamente por el aprovechamiento de los desechos metálicos, sino que también, porque el origen de los materiales que compramos esté acreditado”, comenta Alejandro Hernández.
En este sentido, en Norte Verde cuentan con una política de ética y cumplimiento normativo. Además, han implementado un efectivo Canal de Denuncias para que la actividad de la empresa promueva un reciclaje responsable y seguro, contribuyendo a evitar delitos habituales como el robo de cables y la receptación.